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Desenreda tu mente y descubre si tienes una dependencia

El uso de las redes sociales es, como su nombre lo indica, de carácter social, para comunicarse en un ámbito popular, pero hacerlo sin control puede llegar a trastornar la realidad de algunos, sobre todo si se habla de jóvenes adolescentes.

Las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) están llamadas a facilitarnos la vida, pero también pueden complicárnosla. En algunas circunstancias, que afectan sobre todo a adolescentes, Internet y los recursos tecnológicos pueden convertirse en un fin y no en un medio. Las TIC simplifican considerablemente nuestros quehaceres cotidianos. El atractivo de Internet para los jóvenes es que se caracteriza por la respuesta rápida, las recompensas inmediatas, la interactividad y las múltiples ventanas con diferentes actividades.

Las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea son especialmente atractivas para los jóvenes porque su sistema de funcionamiento implica la respuesta rápida, las recompensas inmediatas y la interactividad. Su uso regulado es positivo, siempre y cuando no se llegue al extremo de dejar otras actividades cotidianas de una vida normal, como estudiar, trabajar, hacer deporte, limpiar la casa, salir con amigos o relacionarse con los demás. El problema viene cuando se empieza abusar de estas redes sociales, el dispositivo celular o cualquier otra pantalla que provoca el alejamiento de la vida real, induce la ansiedad, afecta la autoestima y hace perder la capacidad de autocontrol.

 “El concepto de adicción no tiene una definición teórica clara, se atribuye más a una concepción moral. Mientras que el concepto de dependencia termina siendo más claro ya que nos habla de algunas características que debe presentar una persona para que tenga una dependencia. Por ejemplo, el síndrome de abstinencia y la búsqueda activa así no se esté usando el celular. Este es un fenómeno que se está presentando en todos los momentos del curso de vida, pero algo a destacar es que ya se está presentando en la primera infancia, es decir, en niños de tres y cuatro años”, explica Leonardo García, psicólogo especialista en psicología clínica.

Se puede decir que hay una dependencia cuando su utilización supone una pérdida de control, una absorción mental y una alteración grave en el funcionamiento diario de la persona afectada. El adicto disfruta de los beneficios de la gratificación inmediata, pero no se da cuenta de las posibles consecuencias negativas a largo plazo. La dependencia acaba por fortalecerse cuando se produce un uso abusivo descontrolado y aparecen síntomas de abstinencia ante la pérdida temporal de conexión y la necesidad creciente de aumentar el tiempo de conexión.

“Más que un número concreto de horas conectado, lo determinante es el grado de interferencia negativa en la vida cotidiana de la persona”, reitera Leonardo. De este modo, el conectarse a las redes siempre que sea posible, navegar en Internet al levantarse y que sea lo último antes de acostarse, reducir el tiempo de actividades cotidianas o desatender obligaciones es lo que configuran el perfil de una persona dependiente a las redes sociales.

Según el estudio realizado por la Fundación Pfizer (2009), 98% de los jóvenes españoles de 11 a 20 años son usuarios de Internet. De ese porcentaje, siete de cada 10 afirman acceder a la red por un tiempo diario de, al menos, 1,5 horas, pero sólo una minoría (en torno a 3% o a 6%) hace un uso abusivo de Internet. Es, por tanto, una realidad obvia el alto grado de uso de las nuevas tecnologías entre los adolescentes y jóvenes.

De acuerdo con un informe publicado por Data Reportal, We are social y Hootsuite en base a los datos de GlobalWebIndex, Filipinas es uno de los países cuyos usuarios de redes sociales las utilizan por más tiempo, con un promedio de tres horas y 53 minutos por persona.

En el ranking mundial de usuarios que más tiempo pasan en las redes, los países latinoamericanos ocupan cuatro de las primeras ocho posiciones. En Colombia, las personas destinan alrededor de tres horas y 45 minutos por día al uso de estas plataformas, la mayor cantidad de tiempo de toda América Latina y la segunda a nivel mundial. Los usuarios brasileños, que pasan alrededor de tres horas y media al día en redes, clasifican en tercer lugar. En México, este uso ronda las tres horas y 25 minutos, mientras que en Argentina llega a tres horas y 11 minutos.

Las principales señales de alarma que indican una dependencia a las TIC o a las redes sociales y que pueden ser un reflejo de la transformación de una afición en una dependencia son las siguientes: privarse del sueño para estar conectado a la red a la que se le dedica unos tiempos de conexión anormalmente altos; descuidar otras actividades importantes como el contacto con amigos o familia, el estudio o el cuidado de la salud; recibir constantes quejas en relación con el uso de la red de alguien cercano; pensar en la red constantemente, incluso cuando no se está conectado y sentirse irritado cuando la conexión falla o está lenta; intentar limitar el tiempo de conexión, y perder la noción del tiempo; mentir sobre el tiempo real que se está conectado o en frente de una pantalla; aislarse socialmente, mostrarse irritable y bajar el rendimiento en los estudios; y sentir euforia y activación anómalas cuando se está delante de una pantalla.

Una de las opciones para tratar esta dependencia es con ayuda de grupos o centros especialistas en esto, como CITA (Centre d’investigacion tractament d’adiccions), un centro de adicciones en Barcelona que trata a miles de pacientes de todo el mundo con ayuda de especialistas. O también está el grupo ITAA (Adictos a Internet y Tecnología), fundado en 2017, y que se define como una hermandad de personas que se apoyan mutuamente para recuperarse de los problemas resultantes del uso compulsivo del Internet y la tecnología. La ITAA no está afiliada a ninguna agenda política, religión o intereses externos, su único propósito es ayudarse en la abstención del uso compulsivo de Internet y la tecnología y ayudar a otros a liberarse de los efectos de esta adicción. No tienen requisitos de membresía más allá del deseo de detener el uso compulsivo de Internet y la tecnología.

Tomás * es uno de los asistentes a la hermandad, quien ya lleva año y diez meses de sobriedad y es adicto al Internet y la tecnología. “Tengo veinte y ocho años y la verdad es que tengo una relación compulsiva a las pantallas desde mis primeras memorias y realmente con más tiempo, en mi adolescencia, mi adicción creció y creció. Al principio no lo aceptaba, jugaba en las noches cuando mi familia estaba durmiendo, pero cuando llegué a la universidad y ya no tenía la misma supervisión llegué a momentos dolorosos en los que no podía parar de mirar las pantallas o de estar en Internet. Yo sabía que tenía que parar, pero era algo fuera de mi mente, de mis manos, que no me dejaba parar… Cuando encontré el programa y empecé a asistir a las reuniones y trabajar los pasos, me ha transformado la vida, y no solamente porque ya no tengo estos problemas y solo uso el Internet para razones de trabajo, salud, finanzas y de mi recuperación, sino que también me ha liberado, ha sido mucho más enorme de lo que había podido haber imaginado”, cuenta.

Si después de leer este reportaje cree que tiene una dependencia a las TIC, la siguiente guía que aporta la hermandad ITAA puede ser un punto de partida en su recuperación: “(…) No utilizaré Internet ni la tecnología con fines de entretenimiento o para satisfacer mi curiosidad. También evitaré el uso de Internet y tecnología que me ayude a adormecer mis emociones. Si no estoy seguro de si una actividad es estrictamente necesaria, consultaré a otros primero”. Para entender si algo es necesario también hay que hacerse las siguientes preguntas: “¿Es necesario? ¿Tiene que ver con la tecnología? ¿Es necesario hacerlo ahora? ".

Y, por último, hay que tener en cuenta que es un proceso que se lleva a cabo un día a la vez y que requiere concentrarse en mantenerse sobrio día a día. Todos nos equivocamos, pero para eso compartimos honestamente, dejamos ir la vergüenza, practicamos la aceptación y la autocompasión. Cada momento es una oportunidad para empezar de nuevo.

*Nombre protegido por protección a la fuente

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